miércoles, 28 de marzo de 2012

La identidad, crisis de identidad e identidad difusa

Erikson formúla por primera vez en 1950 los conceptos de identidad, crisis de identidad y difusión de la identidad como las características cruciales; respectivamente, de la personalidad normal, la adolescencia y los trastornos severos de personalidad. Volvió a la definición del concepto de la identidad en 1956, acentuando la importancia del sentimiento consciente de identidad individual. Él describe la identidad como una síntesis global de las funciones del YO, y como la consolidación de un sentimiento de solidaridad con los ideales y la identidad de grupo. Asimismo, recalca que la identidad se desarrolla gradualmente, hasta que se produce una consolidación final de su estructura en la adolescencia. (Kernberg, 2007). La mayoría de los adolescentes tutoriados de los primeros ciclos “sufren”, porque ven que la naturaleza los desaloja de su cuerpo de niños sin aviso y el mundo de los adultos está “aún ajeno y lejano”. Se sienten envueltos en una serie de cambios físicos que les produce un intenso desajuste psicológico, definido por crisis de identidad. Se preguntan ¿quién soy? ¿qué debo ser?, ¿qué tengo que hacer?, etc. Y sienten la dualidad de desear y temer a la vez cuestiones fundamentales para su vida como la emancipación, la elección vocacional y la sexualidad. La adolescencia puede presentarse con un período de no correspondencia entre la percepción del adolescente por las personas de su entorno inmediato, derivada del pasado, y la experiencia del SI MISMO del adolescente que cambia con relativa rapidez y en donde ésta última, al menos transitoriamente, no corresponde con la percepción que los otros tienen del adolescente. Así, la crisis de identidad se deriva de una falta de confirmación por parte de los otros de la identidad cambiante del adolescente. Eventualmente, los adultos criticamos al adolescente por “incumplimiento, irresponsabilidad, refunfuñeos, malas caras, falta de control de sus emociones, entre otros”, retroalimentando la imagen negativa que perciben de si mismos. En algunas oportunidades, es mejor dialogar y negociar con el adolescente para entender qué le sucede y “recordarle” que es una persona con habilidades, talentos y potencial para lograr lo que se proponga. Esta crisis de identidad es normal; sin embargo, debe diferenciarse de la difusión de la identidad, la patología de la identidad característica de los pacientes borderline, para realizar la pertinente derivación al profesional especialista. Erikson (1956), mencionado por Kernberg (2007) describe la difusión de la identidad como “una ausencia o pérdida de la capacidad normal de autodefinición, reflejada en una ruptura emocional en momentos de intimidad física, elección de profesión, competencia y necesidad incrementada de una autodefinición psicosocial”. Sugiere que la evitación de elecciones como reflejo de tal difusión de la identidad daba lugar al aislamiento, a un sentimiento de vacío interior y a una regresión a identificaciones anteriores, como los padres, abuelos y/o ciudadores. La difusión de la identidad se caracteriza por la incapacidad de intimidad en las relaciones, puesto que la intimidad depende de la autodefinición, y su ausencia desencadena el sentimiento de peligro de fusión o pérdida de identidad que se teme como la mayor calamidad. La difusión de la identidad también se muestra en la incapacidad de trabajar creativamente y en un fallo en el trabajo. De igual manera, como la difusión de la identidad conlleva a la elección de una identidad negativa; es decir, un rechazo de los roles sociales normalmente asignados y el establecimiento de una identidad sobre la base de un conjunto de identificaciones socialmente inaceptables, rechazadas y oposicionalmente definidas. Esto se refleja en la promiscuidad, el consumo inapropiado de alcohol y diversas drogas pandillaje, etc. La perturbación de la identidad en los trastornos borderline de la personalidad se caracteriza por un doloroso sentimiento de incoherencia, inconsistencias objetivas en las creencias y conductas, excesiva identificación con grupos o roles y, en menor medida, dificultades en el compromiso con trabajos, valores y objetivos. Estos factores se relacionan con el trastorno de personalidad borderline independientemente de la historia de abuso, aunque una historia de trauma puede contribuir sustancialmente al sentimiento de incoherencia dolorosa asociada con estas tendencias. Es importante la diferenciación entre la crisis de la identidad y la difusión de la misma, teniendo en cuenta que esta última presenta diversas características, reflejando la indecisión en diversas áreas, ruptura emocional, regresión, aislamiento, rechazo a roles sociales, dependencia y falta de autodefinición, a fin de apoyar a los tutoriados a tiempo.(Ps. Jane Carol Ríos Rojas) Referencia Bibliográfica: Kernberg, O. (2007) Instituto de Trastornos de la Personalidad. Revista de Psicoanálisis. Apertura Psicoanalítica. Abril 2007 - No. 25 Identidad: hallazgos recientes e implicaciones clínicas. http://www.aperturas.org/25kernberg.html Gonzáles, J. (2001). Psicopatología de la adolescencia. Editorial Manual Moderno. México.

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